El reconocimiento facial en los últimos años ha evolucionado de forma exponencial. Es muy raro que no dispongamos aún de algún dispositivo con reconocimiento facial, pues viene incorporado ya en cualquier ordenador con Windows Hello y cámara IR, cualquier dispositivo de Android de última generación, o el ya popular [sistema Face ID] de los nuevos iPhone X. Facebook, con 1.450 millones de usuarios activos en todo el mundo, emplea el mismo sistema para reconocer rostros y etiquetar automáticamente a los usuarios en fotografías.
Esta tecnología de identificación de individuos analiza las características biométricas del rostro humano. En sus inicios, partía de modelos geométricos simples, pero hoy su nivel de sofisticación es muy elevado, gracias al desarrollo de procesos matemáticos complejos y algoritmos de coincidencia.
Los sistemas de reconocimiento facial pueden ser de dos tipos: basados en cada uno de los rasgos faciales (distancia entre los ojos, forma de la nariz y de la boca…) o fotométricos, basado en la geometría del rostro completo.
El avance de esta tecnología ha despertado el interés de diversos mercados y sectores, y su implantación en el universo de los smartphones la ha introducido ya no solo en las empresas, sino también en los hogares.
De esta forma, ya es posible desde desbloquear un teléfono móvil mediante reconocimiento facial, hasta autorizar pagos en nuestras compras. El aeropuerto de Orlando, por ejemplo, ha incorporado un software para agilizar el flujo de pasajeros internacionales, y las fuerzas de seguridad comienzan a emplearlos para localizar personas desaparecidas o capturar a criminales dados a la fuga.
Aun así, esta práctica tiene también sus peligros, si se le da un uso indebido, y puede también plantear conflictos con los derechos fundamentales. La libertad y la privacidad se ven en muchos casos vulneradas cuando se combina la IA con datos personales recabados, y datos biométricos del rostro humano, aunque en muchos casos se hayan cedido de forma voluntaria a terceros.
El gigante Google acaba de ganar este 1 de enero de 2019 un juicio en el que se le acusaba de recopilar datos almacenados en las fotos de Google Photos.
Otro coloso tecnológico que se ha visto afectado por la polémica es Amazon. La Unión Estadounidense de Libertades Civiles realizó una petición para llevar ante la ley a la multinacional por suministrar tecnología de reconocimiento facial a la Policía de distintos estados de EEUU. A priori, no era algo negativo, el problema surgió cuando descubrieron que principalmente afectaba a colectivos y comunidades más vulnerables, en concreto, a gente de color e inmigrantes que no fuesen blancos.
En conclusión, esta nueva tecnología puede ofrecer muchas oportunidades de progreso siempre que no se pierda de vista que, como todo avance, debe desarrollarse por y para las personas, respetando sus derechos y su libertad individual.
Fuente: blogthinkbig